Desde el otro lado...



Esta semana me ha tocado vivir uno de Mis lugares en el mundo desde otro ángulo. Vivir mi profesión y pasión, la enfermería, desde la otra orilla. Desde la persona que no se encuentra bien. Desde la que necesita que la cuiden. Como usuaria de un Servicio de  Urgencias de un Hospital Público en la oscuridad de la noche. Desde el tener que esperar unas horas en una camilla, en un pasillo, con mucha fiebre y dolor.

Obviamente había ido en ocasiones a alguna consulta médica, a realizarme alguna prueba diagnóstica, a realizarme alguna extracción sanguínea o incluso había pasado un par de días ingresada cuando nació mi hija. Pero todas esas experiencias previas las recuerdo como momentos en los que había salud y pese a las circunstancias te encuentras bien y sabes que es algo puntual.

Esta semana la sensación fue totalmente diferente. Encontrarse realmente mal, con ganas de llorar de lo débil que te encuentras, con ganas que hagan lo que sea para que vuelvas a ser tú, con pocas o nulas ganas de hablar. Verte estirada en una camilla en un pasillo y pensar en tantas y tantas veces que como profesional de la salud he vivido esa situación, pero que era la primera como paciente. 

En esas circunstancias sólo puedo decir que me encontré con profesionales como la copa de un pino. Profesionales a nivel técnico y humano. Qué te tratan con respeto, cariño y profesionalidad. Que te cuidan en el sentido más amplio. Cada uno/a a su nivel. Que te reciben con calma, con una sonrisa y una mano que te ayuda a ponerte de pie o a estirarte en la camilla. Que no hace falta que pregunten y enseguida piden una camilla porque ven que sentada en una silla no puedes estar. Que te explican. Que te miran a los ojos.

Todo eso a las 12, a la 1, a las 2 , a las 3, a las 4, a las 5 de la madrugada, con la sala de espera llena de gente como tú, con los boxes de urgencias llenos y varias camillas en los pasillos pendientes de ambulancia o de asignarles una cama en planta o que se libere un box. Todo esto con unas políticas de recortes hacía lo público. Todo esto con mucha presión social. Todo esto con menos medios de los deseados y necesarios. Todo esto con menos salario que hace años y peores condiciones.

Pese a todo esto siguen siendo grandes profesionales los que día a día están al pie del cañón. Los que cuidan de nosotros/as y los que a las 5 de la mañana te preguntan con una sonrisa si te encuentras mejor y si has podido descansar un rato una vez hemos conseguido que la fiebre baje...

Hoy mi lugar en el mundo es sin duda una reivindicación a que nuestra sanidad, nuestra educación nuestro sistema de protección social, con todos/as y cada una de las personas que lo conforman no pueden seguir siendo objeto de negocio ni de recorte. Todo lo contrario, hay que invertir en ellos, potenciarlos y mimarlos. Mimarlos como ellos y ellas hacen con cada uno/a de nosotros cada vez que atravesamos esa puerta de urgencias. Mimarlos como mimo yo cada día a mis pacientes en mi trabajo, tenga un buen día o uno pésimo. Porque yo también soy una profesional y la noche del miércoles sentí que me trataban de la misma manera que yo hubiera hecho si en lugar de llevar puesto el camisón azul abierto por la espalda, hubiera llevado el pijama blanco. De la mejor manera posible independientemente de las circunstancias.




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