Todo lo que cabe en una mochila

El 21 de julio me subí en un avión rumbo a Mozambique. A Chókwè, provincia de Gaza. Con muy poco equipaje, una mochila y mucha ilusión. Y 2 amigas y una cuarta que allí nos esperaba (pero ellas se merecen un post aparte!). Una mochila que 17 años antes había venido ya conmigo a la India.

Qué mochila tan diferente y a la vez tan similar. Una mochila con menos carga esta vez, más vacía de ropa y cosas materiales. Mucho más llena de tranquilidad, de experiencias. Con la misma ilusión, con los mismos ideales, quizás más claros, pero sin ganas de discutirlos con nadie. Con ganas de no cerrar los ojos para no perderme detalle. Con los 5 sentidos activados al máximo. Con una libreta y un boli para poner por escrito todo aquello que va surgiendo. Con la certeza que todo iba a salir bien. Y así fue.

Ha sido un viaje que todo el puede catalogarse como Un Lugar en el mundo en si mismo.

Por la compañía, por las actitudes, por la acogida recibida, por lo visto, por lo vivido, por lo compartido, por lo aprendido, por lo escuchado, por el tiempo, porque todo ha fluido, por las risas, por las miradas, por los silencios, por los madrugones, por los cigarros compartidos, por las lecciones que unas señoras de mas de 70 años nos han dado a cada rato. Por el cansancio reparador (una sensación mágica). Por la sencillez de todo. Por estar.

Por descubrir la felicidad nada más subirnos en el avión y disfrutar las 3 con el hecho de compartir una película estupenda y hacer cine fórum sobrevolando África. Porque el azafato que nos tocó nos regaló una sonrisa tras otra, un saber hacer y una amabilidad que ya anunciaba lo que nos esperaban esos 10 días. Y resultó que coincidimos también con él al regreso y nos reconoció y nos pusimos los 4 a reír. 

Porque yo de mayor quiero ser como la hermana Aurora...esa presencia, ese respeto ganado con cariño. Y yo de mayor quiero tener la fuerza de la hermana M.Elisa, y esa cabeza para decidir sin miedo (o con miedo pero con confianza), y yo de mayor quiero tener la humildad de la hermana Manuela. Que no para de trabajar y reñir a todo el mundo y luego te regala las mejores risas y es feliz con un búho para ahuyentar golondrinas y es capaz de pedir perdón son sinceridad.

Quizás no quiero esperar a ser mayor y quiero empezar ya a ser como ellas...

Y porque la felicidad vuelve a estar en lo compartido, en ordenar un almacén, en ensobrar pastillas de paracetamol, en repartir la comida a los pacientes del hospital con la mejor cocinera del mundo, en registrar los CD4 en las analíticas de los pacientes, en escuchar, en aprender. En ver los mejores amaneceres a las 6 de la mañana. En escuchar una misa en Shangana. En hacer natillas caseras a 6 manos. En tomarse unas pizzas y unas cervezas.

Que la mayor lección me la han dado veinte niños y niñas, huérfanos, con SIDA que esperan a las 7 de la mañana su medicación. Y al medio día. Y a la noche. Que madrugan para tomarse su tratamiento. La esperan con respeto. Como un ritual. Porque en ella les va la vida y lo saben. Y no hay un mal gesto. No hay una mala cara. No hay una queja. Y la revisan, desde el más pequeño hasta el mayor, y saben cuántas pastillas tienen. Y dan las gracias, y  se las toman, algunos las mastican. Y así cada día, cada puñetero día.

Y no seré ingenua, porque ya son 40 años y no diré que todo es maravilloso. No. Todo es una putada. La desigualdad, la pobreza, la falta de recursos o la mala distribución de los mismos. El mirar hacia otro lado de las sociedades, el que haya niños huérfanos con SIDA sin un futuro muy alentador, el que la gente siga muriéndose de SIDA en Mozambique (y en tantos países), en el que las mujeres sigan siendo esclavas y lleven el peso de las familias y la sociedad y con menos o nulos derechos. Todo eso lo sé, me duele y me revuelve. Contra todo eso sigo luchando y creyendo que sí se puede.

....Y eso también vuelve conmigo en la mochila, sin duda.

KANIMAMBO Ana. Un inmenso Gracias en especial a ti.

KANIMAMBO M.Elisa, Aurora y Manuela.

KANIMAMBO Mireia y Pili.

KANIMAMBO Mozambique!